Adopté a un perrito abandonado

A finales del año pasado, en medio de una actividad educativa con mis estudiantes de quinto grado, nos topamos con un perrito en medio de nuestro huerto escolar.

Las indagaciones nos llevaron a concluir que el animal procedía del mercado de San Ramón, a unos pasos de donde se halla nuestro huerto. Una de las vendedoras lo había encontrado semanas atrás, lo adoptó, pero decidió abandonarlo luego de que un gato le sacara un ojito. El perrito se encontraba herido, con su ojo todavía colgando de su cuenca.


Yo no estaba en condiciones de adoptar a un perrito. Pensé que sería difícil cuidarlo y brindarle todas las atenciones que necesitaba. Ese día me fui con la esperanza de que alguien de buen corazón se apiadaría de él y se lo llevaría (esa esperanza cómoda que nos impide actuar en el momento), y así pasé el martes, miércoles y jueves.

El viernes comprobé que el animal seguía ahí, sufriendo, con su ojo totalmente infectado y en peor estado de como se hallaba el lunes, entonces tomé la decisión de llevarlo a una veterinaria para que lo trataran de emergencia y lo curaran. Pensé que luego decidiría qué hacer con él.

A veces el destino nos obliga a tomar ciertas decisiones, y el corazón nos dicta cuál es la correcta. Yo supe que no podía dejar a ese cachorro ahí, a esperar que se muriera de una infección y malnutrición. Tampoco podía seguir con la esperanza de que alguien llegara a traerlo. Por eso, al día siguiente,  llegamos con Ruth y lo llevamos para que recibiera asistencia médica.



Julián Alegría de la veterinaria Modelo nos recibió amablemente y decidió intervenirlo. Debo decir que hizo un gran trabajo. El perrito salió muy bien de la operación, y luego de un par de días, una vez recuperado, decidimos adoptarlo y llamarle Capi.



No fue una decisión fácil, porque ambos sabíamos de los cuidados que requiere tener un perro; sin embargo, nos arreglamos y vimos con buenos ojos el comportamiento amable del animal. Es un perrito muy educado, juguetón y cariñoso, y no tardó mucho en conquistarnos el corazón.

Después de meses de cuidados y atenciones puedo decir que Capi se encuentra gozando de buena salud. Ha subido de peso y cumple sus funciones de perro guardián (sabe ganarse muy bien sus tortillas), y tengo que admitir que ha sido una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida. Capi ahora es parte de nuestra familia. Muchos amigos lo conocen ya. Otros, nos aportaron mucho en su proceso de recuperación (a esos amigos les estaremos eternamente agradecidos). No sabemos mucho de su vida pasada, calculamos que tiene de 2 a 3 años, pero de lo que sí estoy seguro es que ha traído compañía y cariño a nuestro hogar.


Dejo estas palabras como experiencia positiva para quienes tienen pensado adoptar algún cachorro. Estos animales están necesitados de amor y cariño, y saben retribuir esas atenciones en un 100%

Capi ha cambiado nuestras vidas. Aveces me pregunto si fue él quien nos rescató a nosotros. 

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