De la literatura del descubrimiento hasta los románticos latinoamericanos

El matadero. Cómic de Enrique Breccia

Breve comentario para la cátedra de Literatura Hispanoamericana.

Para hablar de literatura hispanoamericana no podemos pasar por alto la literatura prehispánica, es decir, aquella elaborada por los pueblos originarios de América que constituía, en su mayoría, de memorias históricas, explicaciones religiosas, interpretaciones cosmogónicas que pasaron, durante centurias, de generación en generación a través de la vía oral.

Muchos de estos libros considerados hoy en día como Patrimonios Culturales Intangibles, (tal es el caso del Popol Vuh o “libro de la comunidad” por parte el gobierno de Guatemala), sentaron las bases para un estudio no solo literario sino antropológico del mundo de los pueblos indígenas, que más adelante, ayudaría a darnos una idea del panorama que encontró el hombre europeo durante la etapa del descubrimiento y conquista.

El Diario de abordo o Diario de navegación de Cristóbal Colón es considerado el primer registro escrito de la Literatura del descubrimiento. Este texto anecdótico y descriptivo (como la mayoría de los textos oficiales que se produjeron durante el período de descubrimiento, conquista y colonización) presenta un panorama de choque de “visiones de mundo” tanto de los españoles como de nuestros aborígenes. En él se registran las primeras palabras de origen caribe que serían posteriormente incorporadas a la gramática castellana por Antonio de Nebrija, así como detalladas descripciones de la fauna, flora, recursos naturales y formas de vida de los primeros pobladores del Nuevo Mundo. Textos como los de Colón, así como Historia verdadera de la conquista de Nueva España de Bernal Díaz del Castillo, o las Cartas de relación de Pedro de Alvarado con Hernán Cortés nos muestran un panorama detallado de las costumbres, normas y privilegios de los que gozaban los pueblos originarios, pero también de la barbarie con la que estas civilizaciones fueron reducidas y exterminadas por los conquistadores a fuerza de hierro y fuego.

Sin embargo, la consolidación de la etapa colonial durante los siglos XVI hasta inicios del XIX fue posible gracias al sometimiento ideológico por parte de la religión católica. Fray Bartolomé de Las Casas, uno de los pocos defensores de los indígenas durante este período, destacó las virtudes de los pueblos amerindios y al mismo tiempo denunció los abusos y crueldades de hacendados y soldados hacia los mismos.

Sor Juana de la Cruz, Juan Ruiz de Alarcón, Inca Garcilazo de la Vega, entre otros, desarrollan una nueva etapa literaria en la América española contribuyendo con un “mestizaje literario”, es decir, la continuidad del barroco español con elementos que ilustraban la cultura del paisaje y la tierra americana, con temáticas orientadas a las tradiciones, la política y las costumbres sociales que imperaban en aquél entonces. La literatura barroca hispanoamericana conserva aún el culteranismo de Góngora y el conceptismo de Quevedo, sin embargo, va más allá con Sor Juana Inés (la “décima musa”) quien propuso un estilo mucho más audaz y más crítico ante la sociedad de Nueva España de entonces.

Otra obra que mantiene fuerte influencia de la novela picaresca y que coincide con un tono crítico hacia las autoridades y forma de vida de dicho virreinato fue El Periquillo Sarniento del escritor José Joaquín Fernández de Lizardi. Esta obra relata la vida de un personaje de origen popular llamado Pedro Sarmiento, conocido popularmente como "el Periquillo Sarniento". El autor describe sus venturas y desventuras, su vida y su muerte, dando pie a la criticidad de los valores coloniales a finales de la dominación europea. Esta obra es considerada la primera novela escrita en la América hispana, y he aquí la importancia para poder entender su enorme influencia hasta nuestros días y en muchos escritores.

Otros autores, posteriormente, siguieron los pasos de este pensador mexicano, tal es el caso del guatemalteco José Milla, con obras como Los Nazarenos o su obra más famosa: La hija del Adelantado, con claros tintes históricos y románticos, inspirados en el conquistador y Adelantado don Pedro de Alvarado y Contreras. Sin embargo, es el argentino Esteban Echeverría que da inicio a un nuevo tipo de romanticismo denominado “romanticismo social” con su obra El matadero. Es a partir de esta narración que se marca un inicio en el uso de la literatura con fines políticos independentista. Echeverría ilustra una situación caótica en la ciudad de Buenos Aires donde los conservadores, representados por el Restaurador (personaje que evoca al dictador Manuel de Rosas), son mostrados como los protectores de la iglesia católica, las buenas costumbres y los trabajadores. Por otro lado, los unitarios, con sus ideas de formar una nueva sociedad con independencia de poderes, son acusados de atraer a la desgracia por sus herejías y desobediencia al régimen.

El matadero es, sin lugar a dudas, el relato con el que se inicia una serie de novelas románticas sociales (como fue el caso de Amalia de José Mármol), donde se exalta el patriotismo heroico de los liberales y a la vez se combinan elementos tradicionales que buscan enaltecer al protagonista y mártir de la lucha por los principales cambios sociales, cambios que desembocarán en la independencia de las naciones americanas y que marcarán las luchas entre los liberales y conservadores durante el siglo XIX e inicios del siglo XX.

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