Sobre los "Alfredo Prieto" que tenemos en El Salvador
Alfredo,
salvadoreño de nacimiento, emigró a Estados Unidos en los ochenta. El 2010 se
le condenó por tres asesinatos entre 1988 y 1992. Alfredo asesinó a Yvett
Woodruff, Rachael Raver y Warren Fulton.
A Fulton lo asesinó con un disparo en la nuca. A Yvett y Rachael antes de
asesinarlas, las violó. Prieto también era sospechoso de otros 6 asesinatos,
entre ellos, el de Tina Jefferson y Manuel Sermeño. El estado de
Virginia pidió, a California, su extradición para poder ejecutarlo. Alfredo
Rolando Prieto murió
con una inyección letal el 1 de octubre en el Centro
Correccional de Greensville.
La
defensa de Prieto y Amnistía internacional alegaron discapacidad mental de
Prieto como un argumento para detener dicha condena. “El contacto de Prieto con la
violencia durante la guerra en El Salvador y la falta de una nutrición adecuada
por la pobreza de su familia contribuyeron a una gran disfunción cerebral que afectó
su capacidad para el pensamiento abstracto y para controlar sus impulsos”, dijo
en 2007 durante su juicio Ricardo Weinstein, un psicólogo que evaluó al preso
bajo solicitud de la defensa.
Pero,
no es Prieto el único salvadoreño condenado a muerte en EE.UU. Existen otros
siete: Enrique Ramírez Umaña,
Irving Ramírez, Julián Beltrán, Alexander Sorto, Gilmar Hernández, Héctor
Medina Romero y Manuel Ortiz. Todos salvadoreños de nacimiento que
emigraron durante los ochenta.
Luego
de leer esto, me detengo y pienso: esto
es lo que tenemos como país. Todos somos el resultado de muchos procesos, y lo
que vivieron estos compatriotas fue solo el resultado de un medio desbordado
por la violencia, muerte y nulas oportunidades para desarrollarse adecuadamente,
que los inundó durante el conflicto armado, y que prácticamente es el mismo que
vivimos hoy. Mi punto es: si somos el
resultado de todas estas circunstancias, de la falta de una buena educación, de
valores espirituales, de oportunidades para desarrollarnos como ciudadanos, con
pocas oportunidades de empleos dignos, ¿no será que esto es solo una muestra de lo que vivimos como sociedad? No me voy
lejos. Tenemos cientos de “Alfredo Prieto” en El Salvador. Un país con 7
millones de habitantes con un promedio de 24 asesinatos diarios, donde el 95%
de ellos quedan impunes.
En
pocas palabras, en muchas zonas del país mantenemos un buen caldo de cultivo para formar más criminales; y mientras no
ataquemos el problema de raíz y
frontalmente, mientras millones de niños sigan creciendo en comunidades
controladas por criminales, sin una educación y alimentación adecuada, sin
oportunidades de crecimiento y trabajo, sin una familia funcional, seguiremos
engendrando a miles de salvadoreños como Alfredo Prieto, asesinos y violadores
a sangre fría. Claro, Alfredo Rolando Prieto acaba de ser ejecutado, pero
detrás vienen miles como él que buscarán emigrar “al norte” o quedarse en el
país, y ahí seremos nosotros las víctimas de nuestra propia indiferencia y
exclusión.
Reconozco
los esfuerzos realizados por el CONNA, el
INJUVE,
pero no existe la voluntad ni la capacidad suficiente del gobierno, de los
ministerios y otras dependencias del estado (como ANDA, que no garantiza un
servicio eficaz, ni el MINED, que se preocupa más por que los niños tenga una
computadora y no escuelas seguras, con recursos adecuados para una enseñanza de
calidad), ni de la sociedad civil, ni de las mismas familias, para visualizar
al niño y al adolescente como el tesoro
más importante que tenemos como país.
Es
necesario otorgarles a nuestros niños y jóvenes las condiciones necesarias para
que no terminen como Alfredo Prieto, para que crezcan en un ambiente libre de
violencia, con oportunidades de desarrollo y con buena salud y formación. Aunque
el gobierno no muestre resultados favorables en tal sentido, (que debería
hacerlo, pues esa es su responsabilidad) yo hago todo lo posible por hacerlo
desde mi profesión de educador. No me queda de otra, ¿y usted, amigo lector,
hace la suya?
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