Deserción escolar | Notas de la escuela
El único error que cometió Cristian ese día fue acompañar a Grecia hasta la parada de autobús. Ambos sabían que esa cuadra (esos 150 metros aproximadamente) estaban prohibidos para Cristian, pero la insistencia de la muchacha era tal que, al final, el joven aceptó.
No habían llegado a la cancha cuando un cipote de unos 14 años les silbó, bajó corriendo hasta la calle y le pidió, a Cristian, una cora.
-Fijate que no ando- le dijo.
-Vos no sos de aquí. Ya me dijeron que andás vacilando con los de allá arriba.
-No, vos, si querés revisame el teléfono. Yo no le hablo a nadie. Yo no vacilo con nadie de allá arriba.
-La onda es que un día de estos te vamos a vigiar, va. Ya no te quiero ver por estos lados, va, ¿me entendés?
Cristian se encogió de hombros. El niño se dio la vuelta sin dejarlo de ver de modo amenazante.
Cristian regresó hasta donde estaba su compañera Grecia.
Cristian regresó triste.
Cristian regresó triste.
-Yo creo que ya no voy a venir a estudiar aquí.
-¿Por qué? ¿Qué te dijo?
-No, nada, solo que ya no voy a venir para evitar problemas.
Y ya no dijo nada más.
Al día siguiente, temprano en la mañana, la señora Morán llegó al instituto a retirar los papeles de su hijo.
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