Sobre la evolución de las pandillas en El Salvador


Viví mi niñez en lo que ahora es una de las colonias más peligrosas de San Salvador. A principios de los noventa las maras eran consideradas algo así como una "moda", y recuerdo que ya se conocía un poco sobre la rivalidad entre la pandilla 18 y MS; sin embargo, los pandilleros eran vistos algo así como "los muchachos locos y vagos" del vecindario, los chicos raros que se ocupaban de sus cosas, de sus riñas, su vida, y básicamente no dañaban a nadie. Llegó un momento en el que usar pantalones bombachos, camisas largas y llevar la gorra hacia atrás era lo máximo para cualquier cipote de una colonia de ciudad.

Recuerdo justamente a un pandillero que vivía en la primera casa de mi pasaje. Al igual que la mayoría de ellos, había sido deportado y vivía con su abuela en la tienda principal (donde se vendían las mejores paletas de pistacho que jamás conocí y nunca volví a probar) . Recuerdo que a la entrada del mismo lugar había un enorme número 18 en color azul y letras góticas. Justo al otro lado de la calle, en la Colonia Los Ángeles había graffitis similares, solo que con las iniciales "MS". Para esos días hablar de "zonas" comenzaba a ser habitual y entre los niños discutíamos sobre cuál era la mejor pandilla y por qué. El término de "mara" era todavía utilizado para denominar a un grupo de amigos o compañeros, sin ningún morbo ni doble significado.

Poco a poco, y con más frecuencia comenzaron a verse asesinatos y rivalidades entre las pandillas, incluso comenzaba a sonar el nombre de "Sombra Negra" allá por 1994 o 95. Recuerdo especialmente la noticia de tres mareros "ajusticiados" por este grupo de exterminio en la colonia El pepeto, a medio kilómetro de donde vivía. Fueron encontrados colgados dentro de una escuela denominada hoy, Agustín Linares. Ser miembro de alguna de estas agrupaciones era ya algo no muy bien visto. En cinco años, esos cuantos cientos de jóvenes pasaron a ser miles, contando con una estructura organizada nacional e internacionalmente, con ritos de iniciación y objetivos de expansión y fortalecimiento. Durante los gobiernos de ARENA en El Salvador el tema se había marginado. A nadie le interesaba lo que pasara en los suburbios. No fue hasta cuando las maras comenzaron a armarse y a adquirir más poder entre la sociedad cuando el presidente Francisco Flores decidió tomar medidas drásticas: Mano Dura. A esas alturas el fenómeno llevaba casi diez años en el país.

Es probable que por esta época las maras comenzaron a parasitar de sus vecindarios. Los muchachos comenzaron a pedir "renta", a amedrentar, a aniquilar a quienes, tiempo atrás habían sido sus vecinos. Con las medidas punitivas la maras comenzaron a contraatacar y las cosas ahora se han salido de control. Prácticamente el estado salvadoreño está secuestrado por las pandillas de ambos bandos (MS y 18) que están reclutando jóvenes a la fuerza y solicitanto renta a cuanto negocio vean en la calle con amenazas de muerte e imponiendo toques de queda.

Las maras han llegado a ser, hoy por hoy, un cáncer en la región. Comenzaron pequeñas y hoy se han convertido en un monstruo de violencia extrema donde no respeta ni sexo ni condición social. No entienden de normas ni valores cívicos y sociales. Forman fuertes lazos de familiaridad entre sus integrantes, y de ser una pequeña familia de amigos de sangre han pasado a ser una verdadera industria que trafica con armas, droga y miedo.

Los mareros son parte de la herencia de violencia y muerte que vivió centroamérica en las décadas de los 70 y 80. Muchos niños crecieron acostumbrados a matar o a ver morir. Las condiciones sociales actuales (aumento de la pobreza, analfabetismo, desintegración social) han contribuido a encubar el germen de las maras, y muchos niños y jóvenes entran a "la clica" buscando poder, dinero y respeto.

Actualmente los centros penitenciaros no dan a basto. Las mismas cárceles son centros de operaciones de extorsionistas y cabecillas que utilizan soldados (nuevos integrantes) para manejar sus asuntos de fuera. Los pandilleros ahora tiene "orejas" en las calles, incluso en las mismas fuerzas de seguridad. Al exdirector de la Policía Nacional Civil, Ricardo Menesses, se le acusa de haber estado involucrado con jefes de esta mafia. El Presidente de turno, Mauricio Funes, aboga por tomar medidas preventivas para evitar que más jóvenes y más jóvenes se adhieran a estas organizaciones criminales. Sin embargo, cada día son más los asesinatos, secuestros, y rentas a distintos sectores de la sociedad.

Todo esto es lamentable, pero creo que no cesará hasta que las medidas preventivas (deporte, educación, más oportunidades de empleo) vayan de la mano con decisiones más drásticas, como la pena de muerte y la creación de una división élite contra las pandillas. La pregunta final sería ¿hasta cuándo tendremos que esperar para que algo así suceda? ¿cuánta violencia criminal tendremos que esperar para que podamos caminar tranquilamente por las calles de nuestro país?

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