Encuentre las diferencias - La Prensa Gráfica y El Diario de Hoy

Me parecen estupendas las propuestas de la familia Dutriz, pero detestables las críticas y el veneno que destila la familia Altamirano.

Nótese la profundidad de pensamiento en el titular.
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Cómo ordenar San Salvador permanentemente
La Prensa Gráfica

Las autoridades municipales de la capital vienen llevando a cabo desalojos de vendedores informales de algunas calles del centro capitalino, para avanzar en el ordenamiento de la ciudad. Los desalojos han desembocado en desórdenes y protestas, y esto no es nuevo: desde hace años se han venido dando acciones para despejar aceras y lugares públicos del centro, con el propósito de rehabilitar lo que se conoce como “centro histórico”. Pero la cuestión tiene mucha complejidad, y parte de un hecho que empezó a darse en los años anteriores al inicio de la guerra, cuando el centro se volvió escenario cotidiano de graves desórdenes, y gran cantidad de empresas y oficinas se desplazaron hacia otras zonas.


Las ventas de calle fueron invadiendo el viejo centro a la luz de otro fenómeno creciente: la concentración del servicio de transporte público. Y como la gente se ha acostumbrado a comprar en la calle prácticamente todo lo que necesita, los mercados son lugares muy poco atractivos para aquellos comerciantes informales que venden en las calles y sus alrededores. Por eso es que una mera práctica de desalojos, por efectiva que sea en el momento, nunca será suficiente para cambiar las cosas permanentemente; para lograr esto tendría que haber un esfuerzo no de “rescate” del centro, sino de “recuperación” del mismo, haciendo que todos nos comprometamos a revivirlo como espacio realmente compartible, en un plano realista.


Este, pues, es un típico fenómeno cultural. Cuando se dio el abandono del centro, por las circunstancias históricas aludidas, este se convirtió en una “tierra de nadie”, en la que todo puede pasar. Cambiar ese estado de las cosas es el verdadero desafío.

Encarar diversas necesidades

Cuando se llega a situaciones como la que caracteriza a nuestra capital en la actualidad, hay que tener presente que ningún problema resulta sencillo y que ninguna solución funciona mecánicamente. El propósito institucional de ir despejando y limpiando la ciudad de sus diversos desórdenes y cuellos de botella es, desde luego, positivo en sí; pero en todo caso hay que tener en cuenta que solo un proyecto integral, que contenga medidas para atender todos los intereses en juego, tendrá la efectividad deseada.

Los vendedores de calle no tienen derecho a obstaculizar el paso ni a convertir la ciudad en un gran mercado al aire libre; sin embargo, durante largo tiempo se ha dejado que lo hagan, y ese se ha convertido en su normal medio de vida. Por consiguiente, habría que tener un plan de reubicación que no solo ofrezca espacios, sino que también contenga oportunidades. Y las autoridades tendrían que mostrar aquí su comprensión imaginativa. De otra manera, solo se reprogramará la misma problemática.

Los más graves problemas que padecemos nunca van aislados. En este caso, la proliferación de ventas informales de calle está íntimamente vinculada con la irracionalidad imperante en el sistema del transporte público. Sufrimos los efectos acumulados de haber “dejado hacer”, sin prevenir resultados ni medir consecuencias; y estos, desafortunadamente, no son los únicos, ni siquiera los más graves casos de esa práctica tan irresponsable que es fuente de tantos males nacionales.
Enlace:http://www.laprensa.com.sv/opinion/editorial/124855-como-ordenar-san-salvador-permanentemente.html



El desalojo de aceras para rescatar las ciudades
El Diario de Hoy

Recuperar calles, ciudades y países que cayeron en la desgracia, se inicia corrigiendo algo de lo malo, parte del desorden, enderezando lo torcido y reemplazando lo que no tiene compostura. Así sucedió al derrumbarse el bloque comunista y lo mismo va a pasar cuando los cubanos y los venezolanos se sacudan las oprobiosas dictaduras que los tienen en el desastre.
Que el centro de San Salvador esté convertido en un chiquero donde no valgan ni leyes ni ordenanzas municipales ni normas de convivencia ni respeto a la vida y propiedad de otros, no se puede seguir tolerando. A menos que renunciemos a tener ciudades limpias, comercio organizado y seguridad para los pobladores, es imprescindible devolver las calles y aceras de nuestras ciudades a lo que es su única función legítima: servir para el tránsito de vehículos y personas aunque resulte difícil erradicar a limosneros y, por las noches, a prostituidos.

Norman Quijano está realizando lo que todo alcalde debe hacer: cuidar del orden y ornato de las ciudades y ocuparse de que los servicios que deben brindar se presten con una medida de eficiencia. En el poco más de un año que lleva como alcalde, la ciudad está más limpia que como la dejó la Reina de la Basura, aunque sólo con dificultad ha podido clausurar unos pocos de los más de quinientos prostíbulos heredados de previas administraciones municipales.

En muchas ciudades europeas hay plazas o calles que se cierran los domingos al tráfico para que vendedores de verduras, fruta y alimentos diversos se instalen. Pero al final del día esas ventas se levantan, las calles se limpian y los espacios amanecen los lunes como si nada hubiera sucedido.

Pero la situación aquí es muy diferente, pues las aceras y calles han sido tomadas como propiedad por mafias que cobran lo que el municipio no percibe, que dominan a las vendedoras y vendedores mediante amenazas y que además permiten que en esos puestos se expendan artículos robados, droga y mercadería falsificada. El centro de nuestras ciudades es un territorio del hampa, con grave perjuicio para los pobladores.

No terminemos convertidos en otra Nicaragua

Se dice que al perpetrarse asaltos y homicidios, los facinerosos se esconden en el submundo de las ventas hasta que escapan.

Muchos comerciantes del centro se vieron forzados a patrocinar a los vendedores frente a sus establecimientos, para continuar activos, pese a los inconvenientes tan graves como la suciedad, los malos olores, la amenaza de enfermedades y los atracos.

Al desalojarse las aceras, la actividad normal del comercio, talleres y pequeñas industrias se puede reanudar, lo que generaría un número mucho mayor de empleos estables y formales, que la cantidad de ocupaciones que cesan. Habrá trabajo para personal más preparado, como técnicos, contables, expertos en sistemas, personal de mantenimiento, etcétera.

Más importante todavía es que ordenar las calles y aceras es un factor esencial para ir ganando terreno contra la anarquía, el desacato a las leyes, la permisividad a la delincuencia y la burla de toda norma y tradición. El punto más bajo en el deterioro nacional debe ser ahora; si hemos de erradicar la violencia, la corrupción, la amoralidad, aplicar la ley en algún aspecto puede llevar a otras correcciones, para no terminar convertidos en otra Nicaragua o Haití.

Enlace:http://www.elsalvador.com/mwedh/nota/nota_opinion.asp?idCat=6342&idArt=4868520

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