Verdadero origen del licor de papaya: un pequeño pueblo llamado Papaya

Post retador en el Juego IRON BLOGGER de Blogotepeque

Llegué a un pequeño pueblo llamado “Papaya”, al otro lado del río, en busca de sabores exquisitos para mis bebidas contra la migraña, las agruras y el mal de mayo. Desde hace unos años me dedico a investigar las virtudes de los frutos tropicales, y en el lugar llamado “Papaya” (que no se precisa en los registros geográficos actuales) descubrí que no solamente poseen propiedades curativas, sino afrodisíacas, haciendo del consumo de la papaya una dieta reglamentaria, para hombres, mujeres, niños, ancianos, y animales domésticos y de granja.
Las condiciones de este lugarcillo son harto peligrosas, y siempre algún animal raro (chupacabras, tropícaros, guándalos, o mareroshijueputas) termina por devorarse a tres o cuatro habitantes por año, amenazando su densidad poblacional y capacidad de subsistencia como aldea semiprimitiva.
Haciendo uso de conocimientos heredados por monjes benedictinos , inicié un proceso de fabricación de licor con las hojas de este extraño pariente de la Carica papaya, que bauticé como “Carica talapapaya”, de consistencia suave, parecida a la primera especie, pero de color rojo intenso que bien pareciera que se trata de un chile jalapeño gigante.
Maceré las hojas del fruto como quien inventa un fruto nuevo. Las dejé reposar en aguardiente cerca de un mes, y después colé y embotellé para dejarlo descansar durante una semana antes de consumirlo. Recordaba la advertencia de una vieja sobre los efectos secundarios del asombroso brebaje y temí que no tuviera los mismos efectos en la gente de la región norte.
Lo comercialicé por un tiempo en mi tierra natal, obteniendo resultados catastróficos. No tardé mucho en hacerme desaparecer. Perdí todo lo que tenía: mi laboratorio y la colección de licores e infusiones contra la goma, la artritis, las hemorroides, el mal de parkinson y la gripe porcina Clase A h1n1.
Después de un tiempo volví al pequeño pueblo llamado “Papaya”, pero para mi desgracia ya no cultivaban más la papaya, sino la coca. Ahora en la aldea todos trabajaban para un tipo que había descubierto una especie de infusión con sabor a caca a la que llamaba “cola”, y que lejos de ayudar perforaba los intestinos del paciente que la consumía.
Nunca volví a hacer más licor de papaya. Hasta donde sé nadie tampoco lo querido hacer.
Años después me dediqué trabajar de lleno con un arbustillo insignificante que bauticé como Cannabis sativa. Es una planta mucho más agradable y he comenzado a consumirla de forma regular. (Me siento un poco extraño...) Estoy seguro que algún día podré cultivarla y comercializarla en cantidades industriales sin tener que correr riesgos con ir a la carcel o hacer peligrar mi vida, no como el maldito licor de la Carica talapapaya. Maldita papaya.

Comentarios

Capitán Can ha dicho que…
Como que costó un poquitín hallar al dichoso licor de papaya.

Me gusta tu historia, y sabré decirte que creo conocer ese dichoso pueblo llamado Papaya!

Buena suerte tocayo!
Ricardo Hernández Pereira ha dicho que…
Ojo que de ganar los retaré a ustedes dos.
:)
Saludos.
Prof. Israel Lima ha dicho que…
Amigo Ricardo,

Ese artículo, eso en su, que sus país, El Salvador, en los que los gobernantes están planificando algo prefieren a la educación, que camina para muchos tan olvidados.
Me gusta sus páis su mucho, y me enrosco con el propósito de que todo entra en este proyecto que considera la educación bien.
Gracias por su visita en mi blog,
¡regrese siempre!!!

Un abrazo
Unknown ha dicho que…
Muy bueno... Salute

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