Me toca - Silvio Rodríguez en El Salvador

Pues bien, una semana después del concierto no voy a dejar pasar la buena gana y los ánimos renovados para hablar de Silvio, del Recital de los Compañeros y una que otra debilidad encontrada a raíz del saturamiento de labores de este de invierno (sí, porque marzo ya no es verano en El Salvador).
Bien, aquí el hombrecito. Así me tocó verlo desde la tribuna alta que sí se alcanzaba a escuchar la voz de Silvio y la de los instrumentos. Recuerdo que fue en un momento determinado que es costado "este" se quejó de no escuchar lo que el hombrecito declamaba, pero bueno, eso fue sólo un instante. Cuando entré por fin, para darme cuanta que no habían más asientos y y que había pagado un concierto para verlo de pie, había un tipo que intentaba lucirse ante un público que casi lo abucheaba y que cantaba ya su última canción, a dios gracia. No me quedó (nos) más remedio que quedarme de pie hasta que las gentes de la primera fina comenzaron a gritar que nos sentáramos... pero, ¿dónde? ¿en el suelo? De pronto se me ocurrió la genial idea de sentarnos en el techo de lámina del palco presidencial, y así lo hice, y después de mí, toda una pacotilla de vagos se nos unió. Duramos así, entre vasos cerveza y perros calientes, a lo sumo unos 15 minutos, hasta que se nos acercaron los señores agentes:



- ¿Se puede levantar de dónde esta?



- ¿ Por qué, mire, cuál es el problema, he pagado mi entrada, he venido a un concierto y tengo mi entrada para disfrutarlo cómodamente?



(Graso error: discutir con la policía)



- Sí, pero está sentado sobre el techo?



- ¿Cuál techo? Mire, estoy apoyado en el borde de cemento, le hace nada.



- Le estorba la vista a la señorita



- ¡Ah! ¿cuál señorita?, mire, yo sólo vine a disfrutar del concierto.



- ¡Levántese!



- Ubíqueme en otra parte entonces



- ¡Yo no puedo ubicarlo!



- ¿Entonces cómo hago?



- Ese no es asunto mío. Le estoy pidiendo que se quite de encima.



- ¿Y donde me voy a sentar?



Para no hacer muy largo el asunto, sólo diré que el policía no logró quitarme de donde estaba, y si lo hice, fue sólo para no importunar a la gente que no veía al hombrecito. Menos mal que el tipo se desesperó y no tuvo más desahogo que proferir un lujoso: "¡Puuuuta!", y darse la vuelta.



Mi hermano, al contrario, fue muy obediente y se levantó al primer llamado de atención.



Como no hallamos de otra y yo andaba harto agüevado, nos fuimos al costado este y nos sentamos en el pasillo, frente a la baranda.




Lo que más cólera me daba es que ni siquiera podía verle la cara a Silvio (perdón, quise decir al hombrecito) y estuve haciendo malabares para lograr tomarle una foto más o menos aceptable, hasta que vi a un hippi que apoyaba su cámara digital en la base de cemento de la baranda y la levantaba un poco, ayudado de una moneda para darle al ángulo correcto hacia el escenario.



Luego siguieron los bolos que gritaban cualquier estupidez cuando el hombrecito dejaba de cantar, después otro le contestaba silbándole tres veces. El cigarro, el olor a cerveza, a mota, a todo lo que fuere sinónimo de aglomeración humana era muy pero, muy perceptible.



Seré franco: no grité, a lo sumo aplaudí dos o tres canciones, quizá cuatro, vaya, pero no grité ni una vez, es que no entiendo cómo la gente puede decir algo como:



- ¡Silvio, Nuestro Tema, cantála Silvio!



Es idiota, y más que idiota: ¡fanático! ¿Cómo demonios el hombrecito va a escuchar al imbécil gritándole al mismo tiempo que 10 mil gentes? Si me sentí en algún momento feliz, me conformé con sentirlo yo mismo y no hacerlo notar a los cuarenta tipo que estaban al rededor. Así que los siento para los que se quedaron afónicos.



Y llegó el momento en el que más de alguno casi grita: ¡Funes, Funes, Funes!




El abuelo Monster, alias Violeta Menjívar, apareció en escena e hizo entrega al hombrecito de las llaves de la ciudad y lo nombró: "Huésped distinguido" de San Salvador.





Al final, aplaudí mucho, mucho, disfruté de tres o cuatro canciones, pero no era el Concienrto del Siglo que esperaba, es decir, no se suponía que sería un simple concierto, sino El Concierto. De todos modos, el más interesado era mi hermano y se notó que lo disfrutó entero y con eso me basta.


Nunca había asistido a un concierto, al menos así no, a uno formal, con entrada con código de barras y todo. No fue el concierto que hubiera deseado, pero al menos estuve ahí.

Lo que me quedó muy claro y que jamás voy a descartar al momento de asistir a un concierto:

1. Si vas a uno, cómprate la entrada más cara, no donde estén los bolos, porque el olor y los pleitos no se soportan.

2. Jamás te pongas al tiro con un policía, puede que esa vez sólo haya tenido suerte, supongo.

3. Tratar de tomar fotos más favorables, ese era el zoom que alcanzaba a lograr mi cam, una humilde samsung de 6 megapixeles :(

Bueno, sin más que tratar sobre las situaciones exasperantes, curiosas y emocionantes de este concierto, me despido, debiendo mis imágenes y comentarios del Recital de los Compañeros de La Casa para otra oportunidad.
Chau.

Comentarios

Nancy ha dicho que…
Hola, sabes en la tribuna baja no se dieron pleitos de borrachos y se escuchaba bastante bien
Y si no es recomendable discutir con la polìcia..
Que estes bien
PD:Espero ver las fotos.

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