Caos en el centro y yo que iba pasando

El panorama era dantesco: humo por todos lados, tráfico disperso, pitos y más pitos, una marea de gente alocada y helicópteros.

Llegué al centro, desde Soyapango, a las cinco de la tarde cuando aparentemente la situación estaba controlada. El tumulto de gente se aglomeraba entre la Avenida Monseñor Romero y sus alrededores. Un helicóptero giraba en un radio de 500 metros mientras más y más curiosos se detenía a observar.

Los buses no pasaban por todo ese sector.

Comencé a subir por la calle Delgado esperando encontrar transporte que me sacara de ese hoyo. La mayoría de negocios estaban cerrados y solo una que otra venta ambulante sacaba lucro de la situación. En el suelo había rastros de llantas quemadas y leños todavía con fuego, ladrillos y piedras desechas. A medida que ascendía el helicóptero ampliaba más su radio. Por unos instantes me pareció que me perseguía.

De pronto, la gente se puso histérica y estalló la locura: todo mundo comenzó a correr hacia el oeste ("arriba"). Los pocos autos todavía parqueados emprendieron carrera en sentido contrario causando otro caos vehicular. Los locales de muebles, comedores, almacenes comenzaron a introducir la mercadería y a cerrar los puestos. Abajo se veía una nube blanca y algo que me pareció que serían piñatas o algo por el estilo. Las rutas de buses doblaban por la "Cornucopia" e iniciaron el retorno. Los únicos que bajaban eran los de la Cruz Roja, la Verde y Comandos de Salvamento. Era una manada de gente que corría o caminaba a prisa para no llamar la atención y no ser detenidos por los antimotines. El helicóptero fue un buen recurso para el arreo.

Pensé que se trataba de alguna protesta de vendedores informales y estaba en lo cierto. Al llegar a la casa me enteré que los disturbios comenzaron a las 3:00 pm y que había como saldo diez personas heridas, 17 detenidas y tres vehículos incendiados. La situación se puso peor cuando los aparentemente "vendedores" saquearon los negocios del lugar (he ahí lo de la piñata).

Lo triste es ver hasta dónde puede llegar la bestialidad en este tipo de personas, el caos que se puede llegar a armar y el saldo de gente inocente que queda bien afectada. Toda la escena me recordó a las imágenes del funeral de Romero, sólo que en esta no quedaron zapatos perdidos pero sí bastante gente en la banca rota. Lo resumiré en dos palabras: estuvo yuca. La nota de última hora y la imagen que coloqué la encontré aquí.

Comentarios

Santiago Vásquez ha dicho que…
Lo bueno, es que “iba pasando” lo decís en tu blog; y no en algún noticiero.

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