El "Origen" de las (Nuevas) Especies
Desde muy chicos, recuerdo que con Sandra maquinábamos una serie de historias (o historietas) de otros mundos. Historias como "El cólera hace que la gente se enoje", "Chupurrito", "La niña del convento o la monja" (no recuerdo muy bien el nombre de las que escribía ella), "El pollo loco", etc. La pila nuestra era ver quién escribía la historia más loca, la más estúpida, la que nos hiciera reír a carcajadas inventando personajes cómicos y absurdos con situaciones igual de tontas. El chiste era divertirse. Como lo hacemos hoy. Escribir por escribir llenando agendas o cuadernos de planas que no se gastaban en el año. Aquello nos duró varios meses hasta que al fín nos aburrió. Al menos yo dejé de hacerlo y me tiré más a la música. No sé si ella continuó. Quizá sí.
Después, en noveno grado participé en un concurso de cuento en el que no gané ni papa. Llegué a bachillerato y conocí a unos compañeros que escribían. Siempre me gustó la idea de escribir algo, alguna novela, uno que otro cuento, pero hasta ahí, nada de intentarlo, quizá porque no tenía nada bueo que contar. Cuando llegué a la Nacional me empilé más la lectura, especialmente con libros de filosofía, también muchas novelas, pero nunca quería pegar el arrancón.
Cuando decidí estudiar Literatura en la Pedagógica sabía que tendría que leer mucho más. Ahí fue donde conocí a Mario y Esaú. Mario, por simple buena onda (o por accidente) me enseñó unos trabajos recientes de una o dos páginas de extención. Los textos eran de él, de cosas suyas, pasadas, anécdotas, muy bien escritas y divertidas. Entonces comprendí que para comenzar a escribir no hacía falta tener una historia como la de Aladino. El simple hecho de escribir es ya un avance, comenzar a soltar la mano. Escribir y escribir.
Con algunos textos terminados y después de conocer a Rafa en una entrevista por el 10, llegué a La Casa del Escritor. Me tocó la respectiva "cachetiada" o "bajón del ego" (como le dice Rafa) de todo nuevo integrante. A la semana le avisé a Sandra Marisol y ni lo pensó dos veces cuando ya estaba recibiendo otra "cachetiada" del Director.
Así iniciamos esta nueva forma de vida. Conociendo buena literatura, escuhándola, leyéndola, escibiéndola, sufriéndola. Porque esto es así. Se sufre, pero al mismo tiempo se disfruta. Se lleva a todos lados, se pensa, se sueña, se respira, se comparte. Y con el sólo hecho de mostrarla y aceptar una crítica "constructiva" (qué profe me siento con esta frase) es ya de mucho mérito.
La Casa es un lugar en donde uno aprende mucho de los demás y de uno mismo. No pretende ser una Generación (una generación que va de los 15 a los 40 años. Já). Tampoco un círculo de gente rara (lo de raro puede ser). La Casa es un lugar donde se comparte la vida de escritor, el amor por el arte y del buen gusto, sin importar la edad ni nada de lo que sigue. La Casa del Escritor es... la Casa del Escritor.
Y tal vez dedique otro post para hablar completamente de lleno de eso.
Comentarios
Saludos y La Casa es La Casa.... Larga vida
P.D. Me gustaría ver sus historias :D
** hablan (perdón por el mal typeo)
El sábado hablabamos con Carlos, Salvador y Rafa sobre la tarea de construir nuestra Espada Jedi. Bonita analogía. Y también es cierto que La Casa es un refugio. Un refugio de la mara de "allá abajo" como decía Carlos. Ahí se encuentran pernonas muy interesantes con las que podés hablar de lo que te gusta o no, que en cierto modo siente o han sentido lo mismo que uno. Y que pueden ser muy diferentes pero alfinal se congenia y se trabaja muy bien (como el taller de guión)