De gatos y posesiones
Hace unas semanas, supimos que un gato vivía en nuestra nueva casa. La primera vez que lo vimos, estaba en el muro de ladrillo rojo del vecino, midiéndonos con sus enormes ojos claros, como lo que seguramente somos para él: dos intrusos instalados en su pequeño castillo. La señora de la tienda, al preguntarle sobre el animal, nos puso al corriente del asunto. Nos dijo que los antiguos inquilinos habían dejado a su suerte al animal, y que el gatito se la había pasado semanas vagando por el vecindario, comiendo desperdicios, robando comida, hasta que al final cedió a los cuidados de doña Miriam, la dueña de la tienda en cuestión. Nino pesó menos de 3 kilos y presentó, como es de suponer, un cuadro de desnutrición severa. El gato no tiene residencia fija. Lo hemos visto en las gradas de otras casas y nos hemos cruzado con él en la calle, cuando sacamos a pasear a Capi . Duerme y come donde se lo permiten. Lo hemos visto durmiendo en la capota de algunos carros y saltando en otr...