"La bestia" del Parque infantil de diversiones
Hace unos días leía sobre el descarrilamiento de "La bestia", ese tren que hace su recorrido desde Tabasco hacia el norte de México y en cuyo lomo habitan permanentemente los sueños de miles de salvadoreños que salen del país a diario, en busca una mejor oportunidad de vida hacia los Estados Unidos.
El viaje es peligroso. Apenas "La bestia" inicia su marcha, cientos de indocumentados corren para asirse de las escalerillas y poder encaramarse en uno de sus vagones. Algunos lo logran, otros, no. Así inicia un viaje que dura casi tres semanas donde la gente se debate entre la vida y la muerte, entre no dormirse y sujetarse bien, entre estar alerta por los grupos armados o dividirse, en fin, inicia una pesadilla.
Según las noticias, cerca de seis muertos y dieciocho heridos dejó como saldo el fatal accidente. No sé cuánto tiempo dure el parón del tren, pero estimo que dentro de poco, "La bestia" partirá e iniciará, como un gusano gigante, el recorrido por las venas de México, llevando más y más sueños a través de un país extraño hacia otro todavía más inhóspito. La gente lo sabe, pero luchan por creer. Creo que esa bestia lleva esperanzas. A pesar de ser un viaje tormentoso, a la gente, sin ese tren, se le haría más difícil el viaje.
Hace unas semanas fuimos con mis hijos al Parque infantil de diversiones. Ahí también hay un tren, que no es como "La bestia", pero en algo se parecen: es un juego mecánico que ha llevado alegría a miles de salvadoreños a través de muchas generaciones. Un juego, que en cierto modo, ha transportado a otros mundos a cientos de niños que se han subido (nos hemos subido) y que ahora, ese tren ya no está en circulación. Está varado, bajo llave, y con la incertidumbre de que no vuelva a funcionar por un largo tiempo, con el riesgo de que el viejo motor Nissan se pegue o que alguna otra eventualidad ocurra.
El viaje es peligroso. Apenas "La bestia" inicia su marcha, cientos de indocumentados corren para asirse de las escalerillas y poder encaramarse en uno de sus vagones. Algunos lo logran, otros, no. Así inicia un viaje que dura casi tres semanas donde la gente se debate entre la vida y la muerte, entre no dormirse y sujetarse bien, entre estar alerta por los grupos armados o dividirse, en fin, inicia una pesadilla.
Según las noticias, cerca de seis muertos y dieciocho heridos dejó como saldo el fatal accidente. No sé cuánto tiempo dure el parón del tren, pero estimo que dentro de poco, "La bestia" partirá e iniciará, como un gusano gigante, el recorrido por las venas de México, llevando más y más sueños a través de un país extraño hacia otro todavía más inhóspito. La gente lo sabe, pero luchan por creer. Creo que esa bestia lleva esperanzas. A pesar de ser un viaje tormentoso, a la gente, sin ese tren, se le haría más difícil el viaje.
Hace unas semanas fuimos con mis hijos al Parque infantil de diversiones. Ahí también hay un tren, que no es como "La bestia", pero en algo se parecen: es un juego mecánico que ha llevado alegría a miles de salvadoreños a través de muchas generaciones. Un juego, que en cierto modo, ha transportado a otros mundos a cientos de niños que se han subido (nos hemos subido) y que ahora, ese tren ya no está en circulación. Está varado, bajo llave, y con la incertidumbre de que no vuelva a funcionar por un largo tiempo, con el riesgo de que el viejo motor Nissan se pegue o que alguna otra eventualidad ocurra.
Según los empleados y vendedores del lugar, "El Trencito" está fuera de servicio porque, probablemente, una estación de autobuses obligaría a remover algunas secciones de los rieles. El SITRAMSS y el Sindicato de trabajadores de cultura (SITRASEC) están aún en pláticas sobre esto. Mientras el Ministerio de obras públicas busca llevar a cabo las obras, los sindicalistas y el mismo alcalde de San Salvador, se oponen al proyecto.
Por lo que se ve, las negociaciones van para largo. Creo que permitir esa estación no solo dañaría un patrimonio tan especial de los capitalinos como lo es este parque, sino que obligaría a la tala de árboles y a cese de actividades recreativas (lo único de lo poco hermoso que nos queda a la gente de pueblo). Creo que "El trencito", al igual que "La bestia" lleva algo más que personas: lleva ilusión. El tren es un patrimonio, al igual que Manyula, al igual que Chirajito: imborrables en el corazón de la guanacada.
Lamento haberme quedado con las ganas de subirme al tren. Mis hijos también lo lamentaron. En su lugar, caminamos por los rieles y anduvimos recogiendo hojas y ramas, tomándonos fotos y disfrutando del ambiente húmedo que había esa mañana. Fue ahí cuando me acordé de aquellos que duermen en esos otros rieles más al norte. Quizás, las historias no son tan distintas. Mientras aquellos lamentan que su bestia se descalabró, nosotros lamentamos que la nuestra, la de juguete, siga oxidándose en el antiguo terreno del Campo Marte.
Lamento haberme quedado con las ganas de subirme al tren. Mis hijos también lo lamentaron. En su lugar, caminamos por los rieles y anduvimos recogiendo hojas y ramas, tomándonos fotos y disfrutando del ambiente húmedo que había esa mañana. Fue ahí cuando me acordé de aquellos que duermen en esos otros rieles más al norte. Quizás, las historias no son tan distintas. Mientras aquellos lamentan que su bestia se descalabró, nosotros lamentamos que la nuestra, la de juguete, siga oxidándose en el antiguo terreno del Campo Marte.
Existen muchos otros espacios en los que se puede hacer dicha terminal (la cuadra más al norte, por ejemplo, donde funcionaba un Servipronto), por eso considero innecesario que la obra se lleve a cabo en esa manzana. Se tocan más sentimientos y valores con ese terreno que con otros. Además, ¡es el único pulmón del centro histórico de San Salvador!
El Parque Infantil es un lugar sagrado. Sería de locos meterle la mano, aunque en este país ya nada me sorprende. Vivimos en un país donde las ideas más idiotas a menudo se concretan y donde las buenas ideas quedan solo para el recuerdo.
El Parque Infantil es un lugar sagrado. Sería de locos meterle la mano, aunque en este país ya nada me sorprende. Vivimos en un país donde las ideas más idiotas a menudo se concretan y donde las buenas ideas quedan solo para el recuerdo.
Comentarios