Murió Saramago

Murió Saramago. Lo primero que siento es satisfacción por haber disfrutado sus libros cuando aún estaba vivo, haberlo visto cerquita cuando vino al país y tener un pequeño libro autografiado por él.

Recuerdo bien ese día. Recuerdo bien que el gobierno en turno no le hizo ni una pinche bienvenida. Recuerdo que Krisma Mancía andaba con vestido, que platiqué con Roger Guzmán, con Erick y otros compañeros de La Casa. Recuerdo el tumulto que se formó para la entrega de autógrafos. Recuerdo haberme encontrado a Mauricio Funes abajo, cerrando su maletín. El Mauricio Funes periodista. Y recuerdo haberle pedido un autógrafo que para mi sorpresa me dio, no sin un poco de vergüenza, porque me dijo que esas cosas la él le daban pena. Más tarde un amigo consiguió llegar adelante y fue cuando le di mi libro y me lo firmó José.

Saramago es un maestro para todos. Primero por su calidad y pasión. Segundo, por calidad y pasión, y tercero y no menos importante, por su calidad, pasión, paciencia, sinceridad y humildad.

Participaré en las exequias del autor releyendo La Balsa de Piedra.