Los libros viejitos
Todo libro guarda algo especial sin importar que sea nuevo o usado, científico o literario, bueno o malo. Es la sensualidad que guarda en sí, como objeto tangible, que se porta, que se huele, que se mancha (aunque hay quienes dicen que no se deben manchar). Pero hay algo especial en los libros viejitos que no sabría expresar con exactitud. Es cierto, un libro nuevo es tremendamente sensacional. Hojear las páginas y sentir el olor a recién impreso. Pero el libro amarillento, casi café, con hojas que se deshacen guarda un encanto a historia, a reliquia. Tengo algunos así, que he hallado por milagro en los kioskos del centro: El Corán, Historia de la Novela Hispanoamericana, Julio Verne, El Conde de Montecristo, etc. Y, como repito, verlos ahí, en la librera, aguantando la marca de los añales es una sensación inexplicable. La información no se altera a no ser por una par de polillas, pero ahí están y seguirán estando quizá otros cincuenta años más dependiendo de los cuidados y atenciones de su dueño. Quizá otros terminen dandose gusto. Como pasó conmigo después de rodar de mano en mano, de "cama en cama". Curioso. A veces me pongo a pensar en qué lugares podría haber estado tal libro y en ocaciones da miedo imaginar.De cualquiero modo, nada podrá reemplazar un buen libro, por más bibliotecas virtuales que existan. Un libro es un libro y como tal ya tiene el valor suficiente. En mi caso, no hay nada mejor que uno al que se le pueda sacar el jugo, en especial los de hojas quebradizas que han tenido la dicha (y no sé si también el valor) de aguantar la historia entre sus páginas. Como dice el dicho: nunca hay que juzgar un libro por su pasta.
Hay que tomarlo en cuenta, de veras.
Comentarios
Y sí, igual que con la gente la tapa no siempre concuerda.
Pero yo sí soy medio quisquillosa para las ediciones de los libros. Letras pequeñas, problemas para mantenerlos abiertos... me pueden llevar a dejar de leer un libro.
Soy hedonista.