El tipo de debajo de la cocina - (1)

I

Hay un tipo debajo de la cocina. No sé cómo llego ahí, pero ahí está. Llevo tres horas viéndolo moverse y temblar. A veces pareciera estar dormido, pero cuando menos me lo espero comienza a gritar y a convulsionarse. Me da un poco de lástima.

Hace unos minutos Mimí me llamó para contarme que había un tipo debajo de su cocina también. Me pasé parte de la mañana sentado en el sofá viendo cómo convulsionaba cuando sonó el celular. Cuando corté, el tipo ya se había ido. Me puse de pie y descolgué mi winchester que guardo junto a la sala y seguí sus huellas: estaban húmedas y algosas. Con el cañón del arma abrí la puerta que daba al patio. La noche estaba húmeda y brumosa. Hice un disparo al aire pero no escuché nada. La oscuridad y el frío eran impenetrables.

Me agaché para mirar debajo de la cocina y fue ahí cuando los vi: adheridos, incrustados. Era una veintena de huevecillos que parecían estar todavía calientes.

-No los toques- me dijo Lulú, mientras ponía su cartera en el sofá- No sabemos todavía qué son.

- Parecen huevos- le contesté de reojo. Se estaba quitando el sostén. Estaba casi desnuda.

- Es el calor- me dijo. La miré de frente y me acomodé los lentes.

-¿Cómo era el tipo que entró a casa de Mimí?

- Me dijo que tenía escamas. A este no se las pude distinguir. Lo encontré metido en la cocina.

- Bueno, no se puede contrariar la ordenanza municipal - me justificó, y terminó de quitarse los tacones.

Yo encogí los hombros.

- Ya es hora - se tocó la muñeca.

Miré mi reloj, y sí, era la hora que nos correspondía mirar a la luna a través de los cristales. Cerré la puerta para no tener que mirar los huevos mientras estábamos en la sala. La cerré despacio, como quien cierra la puerta de la habitación de un niño. Los huevecillos parecían palpitar.

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